A la vera de la ruta nacional 77, en el límite con la provincia de La Rioja, se encuentra el último pueblo del oeste cordobés: El Chacho. Esta pequeña población de poco más de 150 habitantes recuerda en su nombre al caudillo riojano Ángel Vicente Peñaloza. Nos acercamos a El Chacho atraídos por la particularidad de su nombre, con la idea de conocer más sobre su historia y su realidad. ¿Cómo podemos llegar? Tomando la ruta 38, luego de pasar por Villa de Soto y Serrezuela, cruzamos a La Rioja y a la izquierda encontramos la ruta 77, que luego de 20 kilómetros de recorrido, nos deja en la entrada de una joya de nuestra historia profunda. Conozcámosla más de cerca…


Ya el nombre en sí mismo es un hallazgo, porque entrando a tierras riojanas, no hay forma de no relacionar ese seudónimo con el del recordado caudillo riojano Ángel Vicente Peñaloza. Y así es, este pueblo, fundado en la misma frontera entre Córdoba y La Rioja, es un homenaje al caudillo que luchó a finales del siglo XIX por la autonomía de las provincias, y se opuso al centralismo porteño, liderado entre otros, y llamativamente, por un sanjuanino: Domingo Faustino Sarmiento.
Angostas calles de tierra, escasa vegetación, viejas construcciones y algunas otras nuevas, que muestran signos de un progreso reciente… Una vieja estación de ferrocarril, un vagón abandonado y una pequeña placita, donde se erige una imagen del chacho Peñaloza, le dan vida al árido paisaje de este lugar.
Pero sabemos que un lugar no se termina de descubrir si no se conoce a sus pobladores, y el destino nos permitió encontrarnos con Gustavo, más conocido como “el bicho” un viejo habitante del pueblo. Con la amabilidad y la buena predisposición que solo pueden encontrarse en estos lugares, Gustavo nos invitó a su casa. Allí pudimos charlar un rato con él y su esposa.
ENTREVISTADOR: Me había dicho que el 13 de junio es el aniversario del pueblito…
GUSTAVO: Claro, se celebra la fiesta patronal y el aniversario del pueblo, pero eso se puso hace 16, 17 años, desde que entró el jefe comunal actual. Antes, el 13 de junio festejábamos el día del patrón del pueblo. Entre todos los vecinos colaborábamos y comprábamos un ternerito para celebrar a San Antonio. Y cuando entró este jefe comunal instauró el día del pueblo, porque en sí no hay una fecha de fundación. Algunos se guían por la fecha del destacamento, del 25 al 28, pero en esos tiempos ya estaba el ferrocarril, o sea que ya existía el pueblito. Tenemos unos 120, 125 años de historia, fácilmente.
E.: Primero habrá empezado con una casa y de ahí se fue armando…
G.: Sí, al principio había muchos obreros, estaban los que trabajaban en el ferrocarril. Ahora hace muchísimos años que ya no existe el ferrocarril.
E.: Como en Villa Dolores, y tantos otras ciudades y pueblos en que el tren quedó como un recuerdo…
G.: Sí, cuando estaba el ferrocarril no sufríamos tanto el tema del agua. Pero cuando lo levantaron, fue fatal para nosotros. Empezamos a padecer por un trago de agua, sobre todo en invierno. En verano nos favorecían un poco las lluvias.
E.: ¿Y cómo el tren paliaba esa situación?
G.: Porque los trenes traían tanques con agua, desde Deán Funes, los dejaban y cuando volvían, los llevaban de nuevo. Y ahora estamos a la espera, supuestamente el 15 de marzo (2021) se va a inaugurar el agua potable, que viene desde el dique Pichanas.


E.: Un gran alivio, para una población ¿de cuántos habitantes?
G.: Y haciendo un cálculo aproximado de seis por familia, somos treinta familias… o sea que seremos unos 180 habitantes aproximadamente… Los más jóvenes se van yendo, son muy poquitos los que quedan.
E.: ¿Y adónde se van mayormente?
G.: Se van a trabajar a Córdoba, otros a Milagro (localidad de La Rioja)… no hay fuentes de trabajo acá, las pocas que hay son de la Comuna, unos diez puestos más o menos… Los demás viven de changuitas. Acá es muy duro para vivir. Y antes era peor, antes de que pusieran la luz. Había un generador que nos daba solo cuatro horas a la mañana y cuatro a la noche. Y cuando hacía mucho calor, no funcionaba… (risas) Ahí fue cuando empezamos a tener freezer, porque con heladera no se mantenía el frío, se descongelaba todo.
E.: Y sobre el agua, me contaban que después del ferrocarril, la vida se hizo muy dura…
G.: Venía el tanque de la Comuna y nos dejaba mil litros por semana… ¿Qué podés hacer con mil litros por semana? Para bañarse, para lavar la ropa, para cocinar… Había que cuidar el agua como oro.
E.: Menos mal que eso no pasaba tanto verano, porque hubiese sido mayor el padecimiento…
G.: Sí… en verano llenábamos ese pocito y cuando se acababa lo volvíamos a llenar, no nos faltaba.



E.: En cuanto al nombre del pueblo… ¿Desde siempre fue El Chacho? ¿Será porque pasó por aquí el caudillo?
G.: Sí, era una de las pasadas que tenía cuando iba a Córdoba. Aquí cerca de la escuela había una guarida que él tenía. Pero ya no queda nada de eso… En ese tiempo había muchos caminos internos, por el campo. Nos contaba mi abuela que acá cerca venían y carneaban algún animal para comer y seguían viaje. Ella vivía ahí. Y no se dio cuenta de preguntar más cosas, sobre fechas sobre todo, que hoy serían datos importantes. En la escuela había algunos libros, papeles con datos, y se tiró todo. Una lástima. Los datos habían sido recopilados por muy buenas maestras, que luego de jubilarse se fueron, y ahí fue cuando vinieron otras, que tiraron todo.
E.: Me imagino que lo habrán hecho sin darse cuenta… ¿Y la Comuna tiene fecha de inicio?
G.: Sí, en el ’83 entró Alfonsín y con él, el primer jefe comunal, que era un interventor. Pero ya en las próximas elecciones, se votó y se eligió por primera vez jefe comunal. Y en ese tiempo cambió mucho la cara del pueblo. Antes eran todos ranchitos, con paredes de adobe y techo de jarilla. Hoy ya no han quedado esos ranchos. Empezamos a tener ambulancia, el camión del agua, la salita de primeros auxilios, la escuela tuvo una ampliación, se cambió la cara del pueblo. Y ya han pasado cuatro jefes comunales…
E.: Y la estación de ferrocarril tiene algún uso ahora?
G.: Ahora es de la comuna. Primero era la sede comunal, ahora se le da otros usos.

E.: Dentro de las dificultades de la vida, me imagino que el tema inseguridad es algo de lo que acá no se habla…
G.: No, eso no, Y la gente es muy solidaria. Si le pasa algo a alguien, somos todos como una gran familia, la gente ayuda. Cuando a alguien le falta algo, siempre alguien te va a ayudar. Y la mayoría somos familiares.
Así transcurrió esta charla, amena, entretenida, donde Gustavo y su señora nos contaron también sobre las cuevas del Chacho, presentes en la zona de Los Colorados, unos kilómetros antes de Chilecito, otro lugar imperdible para los amantes de la historia.
Para cerrar la nota, una historia pintoresca de don Gustavo, o don Bicho… Pero, ¿por qué Bicho? Él mismo nos lo revela:
G.: Todo el mundo me conoce como Bicho. Desde antes de nacer, incluso. Te cuento la historia: Cuando iba a nacer, mi mamá fue al médico a Serrezuela porque tenía una panza muy grande, que casi no le permitía moverse. El médico le dijo que además del niño tenía un fibroma. Al volver, cuando le preguntaron las viejas parturientas, ella no recordaba lo que le había dicho el médico, así que lo solucionó diciendo “me ha dicho que voy a tener un bicho” (risas). Y cuando nací, una de las viejas parturientas lo llama a mi papá y le dice “¡Cacho, vení a ver, que ya nació el bicho!”
Aquí te mostramos una pequeña parte de lo que es El Chacho, contado desde la mirada de sus pobladores. A los que pasen por la ruta 38 ingresando a La Rioja o por la ruta 77 los invitamos a hacerse el lugar y el tiempo para conocer este pequeño pueblito. Pasear y al mismo tiempo conocer más de la historia y del gran caudillo riojano.
Esta visita y esta charla que compartimos son del año 2021. Por lo tanto, los datos que allí se comparten deben entenderse en el contexto del mencionado período, cuando comenzaron a levantarse las restricciones por la pandemia del covid.