Resultan llamativas para los que vivimos hoy, en una zona y en un mundo muy distintos, algunas manifestaciones de antaño, costumbres que eran muy comunes y que a muchos sorprenderán. En este caso, compartimos un texto extraído del libro “Villa de Las Rosas, evolución cultural hasta nuestros días”, titulado “La muerte del angelito”.
“Era costumbre, al morir un bebé (de ahí el angelito) que los amigos festejen tal acontecimiento reuniéndose en la casa de los familiares, donde se desarrollaban una serie de juegos: adivinanzas, anillitos, relaciones, que motivaban alegría a todos los presentes. Esto era para ellos motivo de júbilo ya que el angelito se iba al cielo.
Aquellos que perdían el juego debían pagar su deuda; incluso se prestaban el bebé entre los amigos y al momento del entierro, el angelito iba sentado en una sillita de mimbre y el cajón lo llevaban vacío hasta el cementerio. Esta costumbre siguió hasta los años ´40. Había gente especializada que venía desde San Javier a animar la reunión.
Podemos agregar que la mamá no podía llorar porque de esta forma mojaría las alas del angelito y entonces éste no podría volar al cielo. Se tapaban todos los espejos para que no se refleje el angelito, ya que «él se tiene que ir». Para el traslado al cementerio, además de la sillita, se lo vestía con la mejor ropa, se le colocaban alitas, coronitas y se lo rodeaba de flores. Después del entierro, se realizaba la fiesta comunitaria, oportunidad en que se comía y bebía sin límites”.
Como vimos, el pasado de Traslasierra esconde historias imperdibles. Una de ellas es La conmovedora historia de Brochero y Santos Guayama.