La siguiente leyenda fue extraída del libro “Villa de Las Rosas, evolución cultural hasta nuestros días”, trabajo elaborado por Beatriz A. Renard, Mirta Inés Aguirre, Mario J. J. Assis, Carlos A. Lescano y Lucía Da Silva Santos. La narración es un aporte de Leandro Alfredo Leyría, de septiembre de 1988.
Guasmara es el nombre de un cacique del que solo se sabe que fue dominador en la época prehispánica de un lugar ubicado muy cerca de Villa de Las Rosas. Descendiente de los comechingones, fue muy querido por su habilidad e inteligencia para dominar y defender a su tribu.
Durante ese tiempo se hacían grandes cosechas, que eran festejadas con ritos, danzas y cantos.



Pero hubo un año de sequías y míseras cosechas que afectaron a otras tribus vecinas pero no tanto a la de Guasmara. Entonces un día, una tribu que padecía calamidades y hambre atacó por sorpresa en una noche en que casi todos dormían. Muchos murieron y algunos alcanzaron a huir, pero el cacique Guasmara fue tomado prisionero, acusado de inducir maleficios a sus vecinos. Fue llevado por los guerreros a otro lugar y jamás regresó. Como el ataque se produjo una noche cálida, una tormenta castigó furiosamente a toda la comarca. Granizo y viento destruyeron y arrasaron los sembrados, transformándolos en un lodazal, y cuando el alba llegaba, una nube blanca cubrió, cual suave velo, la región. Y como si todos los manantiales se hubieran encaminado a un solo punto, formaron un pequeño lago, cual si derramara eternas lágrimas. Poco a poco fueron disminuyendo su caudal y hoy afloran en un solo manantial frío y cristalino, desde debajo de las rocas que son el monte negro en donde casi tapados de arena, yacen los morteros, mudos testigos de “Guasmara”.
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